El Derecho a la Ciudad

ARISTAS DEL IMPUESTO A REMESAS

Salvador García Espinosa

Gran revuelo ha causado el hecho de que la semana pasada la Cámara Baja de EU aprobó la aplicación de un impuesto de 3.5% sobre las remesas enviadas desde aquel país. No es para menos, si se considera que, de acuerdo con cifras del Banco Mundial, México es la segunda economía receptora de remesas, tan sólo superada por India. 

Sólo durante el 2024, lo recibido por esta vía representó nada menos que 64,745 millones de dólares; su relevancia queda más que evidente para la economía mexicana si se considera que las exportaciones de petróleo, en ese mismo año, ascendieron a 28,436 millones de dólares.

El Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) estima que alrededor de 4.9 millones de hogares reciben remesas, esto equivale al 12% de los hogares totales del país. En cada entidad el impacto de las remesas es diferencial, pero de manera general la mayor proporción de las remesas tiene como destino el rubro de alimentación, ya que cuentan con un ingreso promedio menor que el correspondiente a los hogares localizados en otras regiones del país. 

Aquí se tiene la principal arista, pues resulta controversial la práctica común de las autoridades de celebrar cada vez que las remesas recibidas superan el monto histórico. Dicha celebración ignora que la gran mayoría de los paisanos tuvieron que emigrar al vecino país en busca del empleo que no se generó en México. Desde esta perspectiva, celebrar que sigan enviando recursos para buscar mejorar las condiciones de vida de sus familiares, resulta por decir lo menos, injusto y vergonzoso.

En algunas entidades como Michoacán, el principal destino de las remesas se ubica en la mejora material de las viviendas; principalmente por el déficit existentes en materia de vivienda, y que ninguna política gubernamental ha logrado disminuir. De aquí que sea frecuente observar cómo, pese a los esfuerzos gubernamentales, la imagen urbana de cientos de localidades vernáculas se ha ido transformado, la mayoría de las veces en detrimento de su potencial turístico. 

Lo anterior no resulta nada despreciable, si se considera que las remesas recibidas en Michoacán representan el 10% del Producto Interno Bruto de la entidad, mientras que el Turismo tan sólo poco más del 7%. Una vez que se satisfacen las necesidades de vivienda, las familias están en posibilidades de destinar recursos a otros rubros como Educación o la puesta de alguna tienda o negocio. 

La idea de un impuesto, sin duda, debe preocupar a México, dada la gran dependencia que existe de las remesas, y aunque se habla de un arancel, debe comprenderse que la principal amenaza no es económica, tan sólo hay que recordar que hace poco más de 10 años se les cobraba por envío de remesas hasta 40 dólares y eso no inhibía su envío a México. Hoy en día, la mayoría de los paisanos cuando envían dinero tienen en cuenta el monto total en pesos que recibirán sus familiares. Así que el impuesto se espera se neutralice con la paridad del dólar-peso, que sigue siendo favorable al menos mientras permanezca por debajo de los $20 pesos.

La verdadera preocupación parece ser política, tal y como ha ocurrido con las declaraciones de Donald Trump, todo hace suponer que el principal riesgo que se observa es el temor, al enviar remesas, de que la fiscalización de impuestos se utilice para ubicarlos y posteriormente deportarlos. 

Por lo anterior, el impuesto recién aprobado se piensa que puede incentivar que los trabajadores migrantes utilicen otros medios, distintos al sistema financiero formal, para enviar sus remesas a México. Un estudio en 2023 de la agencia Reuters señalaba operaciones por al menos 4,800 millones de dólares que podrían estar relacionadas con un origen ilícito, rubro que ahora, se podría ver beneficiado. 

Como se observa, existen muchos aspectos de preocupación y ninguno de celebración respecto de las remesas.