Morelia, Michoacán
La voz pausada y reflexiva del escritor Mia Couto resonó en el auditorio Rector Enrique Luengo González de la Universidad Latina de América (UNLA), docentes y estudiantes se congregaron para escuchar al escritor mozambiqueño.
Galardonado recientemente con el Premio de Literatura en Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2024, Couto compartió fragmentos de su vida y las fibras que tejen su obra literaria y su mirada sobre el mundo.
“Mi vida se ha movido en tres hilos, imperceptibles a simple vista: la biología, el periodismo y la literatura. Todo está dentro de nosotros, y lo que más interesa son las historias”, afirmó. En sus palabras, el autor destacó la importancia de entender que “el otro está dentro de nosotros”, una idea que guía su escritura y su manera de interpretar el mundo.
Hijo de inmigrantes portugueses que huyeron a Mozambique para escapar de un régimen dictatorial, Mia Couto nunca imaginó que sería escritor. “No hubo un momento exacto en que lo decidiera; simplemente pasó”, confesó. Su inicio en la literatura estuvo marcado por la escritura de cartas a sus padres fallecidos para sentirlos presentes. Más tarde, las duras experiencias de la Guerra Civil en su país—un conflicto que duró 16 años y dejó profundas cicatrices—lo llevaron a transformar el dolor en palabras. Su primera novela, Tierra Sonámbula fue un grito por las vidas perdidas, una forma de impedir que el olvido las sepultara.
Mozambique entre la realidad y la magia
Mozambique, con sus 28 lenguas indígenas y una cosmovisión que trasciende los límites de la lógica occidental, ha moldeado profundamente la obra de Couto.
“En mi país, no se habla de muerte, sino de sembrar a un muerto. Es un acto de continuidad, no de finalización”, explicó, destacando cómo su cultura borra las fronteras entre lo real y lo mágico. Sin embargo, el escritor rechaza etiquetas como “realidad” o “magia” dentro de la literatura, considerándolas una imposición eurocéntrica que busca clasificar lo inasible desde parámetros occidentales.
El poeta de la vida cotidiana
Aunque se reconoce más como poeta que como narrador, para Couto la poesía trasciende los versos. “Ser poeta es una forma de ver y sentir el mundo”, dijo. En sus clases universitarias, busca inspirar a los jóvenes a convertir cualquier disciplina en una narrativa cargada de significado: “Todo tiene historia, y todo tiene poesía”.
Cuando aborda la creación literaria, Couto insiste en que escribir es un proceso de escucha: “Escuchar significa ser el otro, encontrarse con el otro. Incluso al escribir personajes femeninos, tuve que aceptar la parte femenina que hay en mí, esa voz que heredé de mi madre”. Para el autor, la humanidad entera y sus personajes caben dentro de una misma persona; sólo hace falta reconocerlos.
Consejos y aprendizajes
A los jóvenes escritores les ofreció un consejo poco convencional: “No acepten ningún consejo”. En cambio, los animó a explorar sus propias voces y a no buscar la felicidad en la fama ni en las ventas: “Muchas personas tienen fans, pero no amigos. Lo importante es ser uno mismo”.
Literatura, activismo y esperanza
Couto enfatizó que todas las personas son activistas, ya sea política o socialmente, y señaló los paralelismos entre Mozambique y México en cuanto a la normalización de la violencia. “Nos hemos acostumbrado a un lenguaje apocalíptico, a esperar que alguien venga a salvarnos. Pero la salvación está en escuchar las historias que nos conectan”.
Un legado en palabras
Con obras traducidas a 27 idiomas, Couto sigue explorando los límites entre lo humano y lo mágico, entre la memoria y la reinvención, cuestionado sobre cuál es el método para terminar un manuscrito u obra, reflexiona:
“La historia está lista cuando deja de luchar contra ti o cuando los personajes te abandonan”, reflexionó. Pero más allá de sus logros, el autor mira hacia lo esencial: “Lo que me falta para llenar mi alma es regresar al momento en que mis padres estaban vivos y me sentía completo en su presencia”.
En su segunda visita a México, Mia Couto se mostró agradecido por el reconocimiento entregado por la FIL, pero reafirmó que no escribe para premios. “No busco a las chicas ni a los premios, pero si llegan, me hacen feliz”. Lo que realmente importa, insistió, son las historias, porque en ellas habita la esencia de quienes somos.