Descubre cómo las Catrinas en Morelia transforman la Noche de Muertos en un espectáculo místico y cultural.
Bajo el cielo oscuro de Morelia y con el destello de antorchas iluminando las calles, más de 3 mil 100 catrinas y catrines desfilaron en una celebración que llenó de magia la capital michoacana en honor a la Noche de Muertos.
Desde niños pequeños, con ojos brillantes de emoción, hasta adultos mayores que desfilaban con pasos lentos pero llenos de orgullo, la procesión recreó un escenario de otro mundo, lo que sumergió a los espectadores en el misticismo de esta antigua tradición.
Los trajes, dignos de una galería de arte viviente, eran una explosión de colores, texturas y detalles. Las catrinas, con sombreros de ala ancha adornados de plumas, flores y listones, parecían reinas de un reino antiguo, mientras los catrines, con chaquetas de terciopelo, chalecos brocados y bastones en mano, reflejaban elegancia y solemnidad.
Cada pieza de ropa contaba una historia, desde las faldas largas y bordadas hasta los rostros pintados meticulosamente, donde la calavera se mezclaba con toques florales y colores vivos, creando un contraste que resultaba tan fascinante como inquietante.
El ambiente tenía un aire de misterio palpable, acentuado por el suave sonido de tambores y flautas que acompañaban la marcha. A lo largo del recorrido, los participantes mantenían gestos de gravedad y seriedad, como si en lugar de un desfile se tratara de un ritual sagrado.
Los niños, con sus caritas pintadas, sostenían las manos de sus padres mientras observaban con ojos curiosos el mar de luces y sombras a su alrededor, algunos emocionados y otros con el semblante serio, quizás intentando entender el peso de la tradición que estaban honrando.
El presidente municipal, , se hizo presente entre la multitud, aunque esta vez no se caracterizó como acostumbra con el tradicional maquillaje.
“Esta vez no vengo a desfilar, vengo a supervisar que todo marche en orden”, dijo Martínez, mientras saludaba a los presentes y recorría el desfile.
Desfile de Catrinas en Morelia
Durante el desarrollo del desfile algunas personas observaban como poniendo la mirada en algún lugar de sus recuerdos, como si este desfile tejiera la memoria de aquellos que se han ido y que, en esta noche, parecen regresar para caminar junto a los vivos.
El ambiente familiar también era notable. A lo largo de las aceras, familias enteras miraban embelesadas el desfile, algunos tomando fotos, otros compartían anécdotas sobre la Noche de Muertos o comentaban los detalles de los disfraces.
Los más pequeños, en brazos de sus padres o sobre sus hombros, reían o miraban con asombro a los catrines y catrinas que desfilaban. Se sentía como si todo Morelia se hubiera reunido en un solo lugar, no sólo para presenciar un espectáculo, sino para reafirmar la conexión con sus ancestros y celebrar, con respeto y admiración, la vida y la muerte.
Al paso de las antorchas, el silencio reverente de los espectadores parecía un homenaje silencioso a los muertos. En las esquinas, figuras envueltas en rebozos negros se fundían con las sombras, y en cada paso de la procesión, el aire se llenaba de esa magia ancestral que sólo puede surgir en la tierra purépecha.
La procesión era más que un desfile: era un puente entre el presente y el pasado, un recordatorio de que la muerte es sólo una continuación de la vida y que en noches como esta, los espíritus regresan para compartir el calor de la celebración con los vivos.