Nepal atraviesa una de sus crisis políticas más intensas en los últimos años luego de que miles de jóvenes tomaran las calles para expresar su rechazo tanto a las restricciones digitales impuestas por el gobierno como a los crecientes señalamientos de corrupción contra la clase política.
Las movilizaciones, encabezadas principalmente por estudiantes y colectivos universitarios, se multiplicaron en Katmandú y otras ciudades importantes, en ocasiones desafiando el toque de queda. La tensión aumentó tras enfrentamientos con las fuerzas de seguridad que dejaron decenas de muertos y heridos.
Ante la presión social, el primer ministro K.P. Sharma Oli presentó su renuncia, sumándose a la dimisión del ministro del Interior un día antes. La salida de ambos funcionarios refleja el debilitamiento del actual gabinete frente al descontento ciudadano.
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El malestar no solo surge de la polémica prohibición de más de veinte plataformas de redes sociales; medida justificada por el gobierno como un intento de frenar la desinformación, sino también de acusaciones de nepotismo y enriquecimiento ilícito en la esfera política.
La indignación juvenil se ha convertido en el símbolo de un movimiento sin líderes centrales, pero con gran capacidad de organización a través de colectivos locales y estudiantiles. En las calles, los manifestantes denuncian que la clase dirigente ha fallado en atender problemas estructurales como la falta de empleo, la inflación y el deterioro de los servicios públicos.
Mientras tanto, organizaciones internacionales de derechos humanos han pedido investigar el uso de fuerza letal contra los manifestantes y garantizar que la crisis no derive en un mayor retroceso democrático.
Fuente: BBC News