Texto Alfredo Soria/ACG
Sahuayo, Michoacán.– En la plaza principal de Sahuayo, casi al mediodía, Juan Bautista Chávez, de 46 años, se prepara para danzar. Ajusta su vestimenta, acomoda el penacho que representa un águila y se coloca la máscara que simula una calavera. Es el encargado del Grupo Bautista, nombre que eligió en honor a su apellido y al legado de su padre Ramón Bautista Ibarra.
La tradición de esta danza se remonta al siglo XVI. «Yo pienso que eso ya lo traes en la sangre», dice Juan, y recuerda que de niño participaban representando a los tlahualiles tiznándose la cara, usando pantalones rotos y volteándose la ropa. Platica que antes no había muchos grupos conformados, pero con el tiempo fueron creciendo.
Juan recuerda que, al ver a los danzantes, lo colorido de los trajes y la devoción fue lo que le llamó la atención en un principio. También guarda una imagen de su padre que lo marcó para siempre: verlo haciendo un molde de barro para una máscara. Esa imagen lo llevó a decidirse a ser un Tlahualil.
Esa devoción se reforzó años después, cuando una enfermedad sin diagnóstico lo llevó a encomendarse a Dios y a Santiago Apóstol. “Yo le prometí a Dios y a Santiago que si me sanaba, iba a sacar a mis hijos a danzar y a formar mi propio grupo… esta manda es de por vida.” Juan asegura que Dios lo sanó gracias a la intercesión del santo a quien le pidió mucho. Hoy, sus hijos de 24 y 19 años siguen sus pasos.
Para Juan, la danza no es solo espectáculo y folclor. “Todas nuestras máscaras se hacen con devoción en honor a Santiago Apóstol, no es un carnaval”, aclara y menciona que cada paso es una forma de abrir camino al santo, una fe que en Sahuayo se transmite de generación en generación.
La música está a punto de comenzar, y su promesa, una vez más, está a punto de cumplirse.