La detención de diversos funcionarios públicos, entre una alcaldesa, mandos policíacos, un presidente del DIF y demás servidores públicos, pone en evidencia el hecho de que los grupos delictivos siguen instalados a sus anchas en las administraciones municipales en diversos grados de complicidad.

Jorge A. Amaral 

Lo sucedido esta semana en el Estado de México refleja el nivel de corrupción que permea aún en las instituciones pese a los esfuerzos del gobierno federal por combatir este flagelo.

La detención de diversos funcionarios públicos, entre una alcaldesa, mandos policíacos, un presidente del DIF y demás servidores públicos, pone en evidencia el hecho de que los grupos delictivos siguen instalados a sus anchas en las administraciones municipales en diversos grados de complicidad.

Lamentablemente el Estado de México es solo una muestra del amplio historial que hay de corrupción y de colusión de servidores públicos con criminales y no solo en una relación de servidumbre, por presiones o por los diversos métodos de coacción que ejerce el crimen organizado sobre los servidores públicos. Lamentablemente ha quedado demostrado que los funcionarios corruptos no solo operan al servicio de los grupos delictivos, sino que ellos mismos forman parte activa de estos grupos mediante lo cual los criminales siguen controlando distintas regiones del país.

Lo he escrito en diversas ocasiones en este espacio: no basta combatir de manera frontal a los criminales, no bastan las balaceras, es necesario que se limpie primero todo el aparato gubernamental en todos sus niveles para que los criminales no tengan acceso a los favores de funcionarios corruptos que les permiten seguir operando y que facilitan sus actividades, y lo peor, que no solo las facilitan, sino que forman parte de ellas.

Recordemos que en la década de los 80, cuando un comandante de la extinta Policía judicial o un mando militar llegaba a una zona, los criminales debían ponerse en contacto con él para ver de qué manera se iba a trabajar, de cuánto iba a ser el soborno para ellos realizar sus actividades y no ser molestados en el blanqueamiento de sus capitales. Lamentablemente, ya en la década de los 90 hubo ese cambio de hilos en el que el criminal pasó de comprar al funcionario corrupto mediante cañonazos de dinero a ponerlo en su nómina y de esta manera el funcionario corrupto pasó a ser empleado del delincuente, lo que más tarde derivó en que los mismos funcionarios se convirtieran en criminales en todo su esplendor, y entonces ellos eran los que comandaban células delictivas usando a los aparatos de seguridad como brazos armados al servicio de un cártel. Eso se vio desde los 90 y hasta bien entrado este siglo, pues recordemos en el tristemente célebre sexenio de Felipe Calderón, cómo su secretario de Seguridad Pública no solo era corrupto, sino que era parte de la estructura criminal como un elemento activo que facilitaba mediante el poder que tenía las actividades delincuenciales. 

Ahora, en el en el caso del Estado de México, basta esperar que la Fiscalía, tanto la General de la República como la estatal, tengan los elementos y las carpetas de investigación muy bien armadas, con casos muy bien fundamentados a fin de que estos presuntos delincuentes sean procesados conforme a derecho y un juez pueda emitir la sentencia que les corresponde en tanto que delincuentes en caso de ser hallados culpables, lo cual no es muy difícil de inferir puesto que si uno de ellos se suicidó al momento en que lo iban a detener, fue por algo, porque, como dice el dicho, el que nada debe nada teme, y si él prefirió pegarse un tiro antes que ir a la cárcel, es, como dicen en mi pueblo, hacerse de delito.

Ojalá, pues, que la Fiscalía sepa hacer muy bien su trabajo para que los jueces tengan los elementos necesarios para emitir una sentencia y que no suceda como se dió durante el sexenio de Felipe Calderón, en el llamado Michoacanazo, en que las acusaciones vinieron de personas de dudosa credibilidad, únicamente señalamientos basados muchas veces en suposiciones, lo que provocó que fueran casos débiles, averiguaciones previas sin mayor sustento que lo dicho por un testigo protegido o por otro criminal, y esto llevó a que fueran liberados, y no es porque todos ellos hayan sido inocentes, porque seguramente más de alguno sí tenía nexos con la delincuencia organizada, pero ante la debilidad de una averiguación previa, hoy carpeta de investigación, el juez se ve con las manos atadas y tiene que dejar ir al detenido ante la falta de pruebas contundentes para poder sentenciarlo, ante la debilidad de una carpeta de investigación o fallas en el debido proceso.

Por otro lado, en el plano político, esta es una oportunidad de oro que tiene el gobierno morenista del Estado de México, así como el gobierno federal y su nuevo flamante secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, de demostrar que realmente se quiere acabar con la corrupción y con la delincuencia organizada atacando uno de sus factores facilitadores: la corrupción de los servidores públicos. 

Si los casos contra estos servidores públicos están bien sustentados, sin duda que habrá sentencias condenatorias en contra de ellos, lo que demostrará, como le digo, un interés legítimo tanto del gobierno del Estado de México como del federal de combatir a la delincuencia y que no salgan dentro de unos meses con la pifia de que un juez tuvo que dejarlos ir por falta de pruebas o por violaciones al debido proceso. 

Ojalá este ejercicio se replique en todos los estados del país donde es bien sabida la colusión que hay entre servidores públicos y miembros del crimen organizado. 

¡Uy, los ambulantes!

Fíjese usted que el otro día estaba escuchando un noticiero en la radio y uno de los comentócratas estrellas de esa estación, de esos que tienen un espacio radiofónico desde el cual pueden despotricar bonito y sabroso, hablaba sobre el conflicto que se generó recientemente entre comerciantes ambulantes y personal del Ayuntamiento de Morelia. 

Sí, sabemos que la ambulantaje funciona mediante organizaciones y que algunas de esas organizaciones son auténticas mafias, cuyos líderes se caracterizan por ser agresivos y bastante rijosos, pero este comentócrata que yo escuchaba lo único que hacía era satanizar al comercio ambulante como si de viles criminales se tratara, como si en lugar de churritos de harina con chocolate vendieran churros de marihuana, como si en lugar de globos vendieran cocaína, y, pues claro, vino esta cantaleta del vallisoletano agraviado porque un comerciante está profanando su hermoso y señorial centro histórico, pero no dijo nada sobre por qué estas personas deben recurrir al comercio informal, porque donde los empleos son pocos y mal pagados, como es el caso de Morelia, muchas personas se ven en la necesidad de recurrir al comercio, y pues claro, si apenas tienen para invertir y vender sus productos para llevar el sustento a su casa, es lógico que no tienen el recurso para montar un negocio en forma, darlo de alta en Hacienda y seguir toda la normativa que se debe seguir a la hora de emprender un negocio. Son personas a las que no les quedó de otra más que ponerse a vender algo, lo que sea, con tal de llevar el pan a sus mesas.

Ellos no son los tiranos de esta historia, los tiranos de esta historia son toda la serie de gobiernos que ha habido y que no se han preocupado realmente por acabar con la desigualdad social, por acabar con la pobreza y la falta de oportunidades. Esos son los verdaderos flagelos a los que hay que atacar, no a la mujer que junto con sus niños sale a vender algo a la calle, no al padre de familia que tiene que andar cargando una canasta para ganar el sustento, no al dueño de un puesto de globos o de lo que usted quiera que lo único que quiere es trabajar honradamente para mantener a su familia.

Lo malo es que muchas veces los comentócratas esgrimen sus diatribas desde una burbuja de privilegio porque ellos tienen un trabajo bien pagado, tienen un trabajo seguro y se les olvida la terrible realidad que se vive en las calles: pobreza, falta de oportunidades, empleos con sueldos paupérrimos que rayan en el insulto.

Claro todos queremos tener un centro histórico bonito, señorial, agradable para el turismo, agradable para andar caminando por la Madero, pero no se nos debe olvidar dónde vivimos: no en Dinamarca ni Países Bajos. Vivimos en México, donde además hay una gran tradición de comercio ambulante desde los tianguis prehispánicos. Además, en México, a diferencia de países como Estados Unidos, no hay un cheque de desempleo por el cual formarse cada semana como sí lo hacen los desempleados de la Unión Americana; aquí, si te quedas sin trabajo no comes, entonces hay que buscar el sustento de cualquier forma. Igual no me haga mucho caso, yo no soy un comentócrata privilegiado, no tengo un carro bonito del año ni vivo en una zona residencial de alta plusvalía, solo soy un humilde obrero de la información. Es cuánto.