Imagínese usted a un Benito Juárez todo tibio negociando con quienes querían deshacerse de él, visualice a Salvador Allende negociando con Pinochet. Ejemplos puedo ponerle muchos, pero recuerde una cosa: la historia no la hacen los tibios. ¡Patria o muerte!
Jorge A. Amaral
La reciente disputa al interior del Congreso del Estado pareciera ser un disparate, pero, como en todo, siempre hay un trasfondo político, que seguramente usted ya sabe. México hoy tiene la primera mujer al frente del Poder Ejecutivo, y eso es de celebrarse porque quiere decir que, con el triunfo de Sheinbaum, el país empieza a saldar una deuda histórica con las mujeres. Sí, ya sé que la doctora ganó en parte por el poderoso manto protector del lopezobradorismo y en parte por el patético y ridículo papel de la oposición. Pero quiero pensar que hubo quienes sí votaron por Claudia Sheinbaum por su historial académico y político, por su potencial, por sus capacidades, porque inspiró confianza, por su desempeño como funcionaria pública y no sólo por ser mujer o por ser mujer lopezobradorista.
Desde mi punto de vista, es sumamente engañosa la iniciativa (que ha quedado en pausa) para establecer la “alternancia de género” en la gubernatura del estado. Aunque la diputada Fabiola Alanís diga que quienes no apoyaron esa iniciativa son misóginos y machistas, se le olvida que su partido ha defendido a personajes acusados de violencia de género real, no eso a lo que le llaman “violencia política en razón de género”: Morena defendió a Félix Salgado Macedonio, acusado de abuso sexual, y a Cuauhtémoc Blanco, acusado de intento de violación.
La intención de establecer esa “alternancia de género” no es sino un intento de cerrar el camino a personajes como Raúl Morón o Alfonso Martínez, serios aspirantes a la gubernatura. De haberse aprobado, Morón hubiera quedado fuera y el PAN habría tenido que sacar de algún lado a una mujer lo suficientemente fuerte para contender por la gubernatura e invertirle más millones a su imagen para que la gente la conociera. Con eso, Fabiola Alanís, por ejemplo, hubiera tenido más posibilidades de llegar al Solio de Ocampo y con ello el oficialismo se mantendría en el control del estado.
Y es que, siempre lo he pensado, el género no debe ser un motivo para negar oportunidades, pero tampoco un salvoconducto para tenerlas, al menos no en áreas donde lo que se requiere es capacidad, liderazgo, entereza, probidad, inteligencia y valentía: virtudes que no se encuentran en el área genital de nadie.
Claro que hay que fortalecer el andamiaje legal para garantizar equidad de género en todos los ámbitos, y además hay que crear lo que haga falta, pero que no se use como fachada para proteger intereses políticos o encubrir deficiencias.
En la política, en todos los partidos, hay mujeres muy valiosas que harían un buen trabajo al frente del gobierno, pero los ciudadanos queremos votar por ellas con base en su historial, inteligencia, trabajo previo y propuestas, no porque desde un partido impongan candidaturas para cerrarle el paso a un adversario.
Esas mujeres que quieran contender por la gubernatura deben salir a la calle, dejarse ver por los ciudadanos, escuchar propuestas, atender solicitudes de parlamento abierto cuando un sector se los pide y no sólo cuando les conviene. Esas políticas michoacanas con la capacidad de asumir las riendas el estado deben salirse de la realidad alterna creada por los boletines y palpar la realidad que vivimos día a día, porque desde su oficina en el Congreso es padrísimo simplemente emitir boletines repitiendo como periquitos lo que dice la presidenta sin siquiera ofrecer una propuesta propia.
En fin, a ver qué pasa en un futuro. Sólo espero que en siguientes procesos electorales los partidos postulen a puestos importantes a esas mujeres capaces, inteligentes, trabajadoras y honestas que hay en sus filas pero que luego nadie ve porque las oportunidades son, como en el caso de los hombres, para unas cuantas. De verdad, ojalá lo hagan y que, en un futuro cercano, cuando una mujer llegue a la gubernatura del estado, lo haga con toda la legitimidad que otorga el respaldo ciudadano, cosa que no da la camarilla de un partido.
En el caso de Morena, habrá que ver para 2027 o 2033 cuántos lopezobradoristas quedan, y de ellos, cuántos se habrán convertido en auténticos morenistas y aprenden a actuar según los preceptos de su partido y no como simples experredistas que se conducen como en esas películas de ciencia ficción en las que una especie acabó con los recursaos de su planeta hasta hacerlo colapsar, para luego llegar a otro a hacer lo mismo y que así andan por todo el universo, destruyendo todo lo que tocan. Al tiempo.
Un fantasma en Tepeque
Directo del basurero de la historia, donde hoy está Alfredo Castillo Cervantes, emerge un fantasma de la época virreinal: María Imilse Arrué Hernández, “La Cubana”. Ella estaba con la alcaldesa de Tepalcatepec, Martha Laura Mendoza, y el esposo de la funcionaria cuando sobrevino el ataque en que el matrimonio murió. Quedó herida.
Ella, la Cubana, era mano derecha de Alfredo Castillo, y es señalada por antiguos autodefensas de haber abierto la puerta de la Fuerza Rural a los delincuentes. Entre esos que se disfrazaron de autodefensas para legitimarse como policías estaba un conocido líder criminal que, según una nota de Benjamín Álvarez, es cuñado de la alcaldesa fallecida. Qué chistoso, ¿no?
Patria o muerte
Lo que diré a continuación no es basado en un asunto de hombres y mujeres, es meramente como personajes políticos sometidos a la mirada y escrutinio públicos.
La diputada Brissa Arroyo representa a la perfección lo que mató al PRD: comprometer una postura propia para privilegiar acuerdos a conveniencia. Usted recordará aquel PRD fundado por Cuauhtémoc Cárdenas y su grupo: un partido de izquierda, que enarbolaba las causas sociales, que se oponía al neoliberalismo y a las políticas de derecha. ¿Qué pasó? Decidieron ser lo que Jesús Navarrete y Jesús Zambrano denominaron “izquierda moderada”, “izquierda de diálogo” y no recuerdo qué otros eufemismos para decir que ya no eran de izquierda. Con tal de conseguir candidaturas y curules, iniciaron una serie de alianzas primero con el PAN, luego con el PRI, el partido que detonó al PRD como oposición.
Haced días, la diputada local, arropada por otras legisladoras, ofreció una rueda de prensa para anunciar que dejaba la bancada perredista por “congruencia”, porque ya no quería estar sufriendo violencia política por parte de la dirigencia del partido, encabezada por Octavio Ocampo, el otrora golden boy del silvanismo.
“Oh, miren, una diputada que, por congruencia y honestidad y entereza es capaz de dejar su bancada por no estar de acuerdo con las políticas de su partido y su dirigente”, más de alguno pensó porque así parecía.
Pero cuál sería la sorpresa que la diputada lo consultó con su almohada, lo meditó, hizo un ejercicio de introspección y sanación y, días después del numerito digo de “Caso cerrado”, se preguntó “¿y esta rosa?”, entonces vino un vientecito y un resplandor y se reconcilió con el mismo al que había señalado como agresor. “Ya lo perdoné, me prometió que va a cambiar”, se leyó entre líneas cuando dijo: “Es importante el diálogo en política y yo hoy reconozco la voluntad que ha mostrado el dirigente de mi partido para decir que hay temas que rectificar, porque fue lo que yo visibilicé”.
Pero deje usted de eso, a lo que me refería más arriba es cuando la legisladora, tajante, señaló: “Nada es determinante en política, yo ayer justo lo decía, no podemos actuar en una dinámica de patria o muerte”. Por eso su partido se desmoronó (y no me refiero que se quedó sin Morón), por la falta de determinación para defender un ideario político, una postura, una ideología, porque un partido sin ideología no es un partido, es simplemente una agencia de colocación, una bolsa de trabajo para gente que no sabe hacer otra cosa.
Es apostura fue la que acabó con el PRD, por esa tibieza política la militancia los dejó para irse con quien les mostró un ideal inamovible y una postura invariable, asumiendo el costo político de la polarización, y eso hay que reconocerle a López Obrador, que políticamente no se traicionó: dejó al PRD cuando vio que no tenían los mismos intereses, que no iban por la misma ruta.
Imagínese usted a un Benito Juárez todo tibio negociando con quienes querían deshacerse de él, visualice a Salvador Allende negociando con Pinochet. Ejemplos puedo ponerle muchos, pero recuerde una cosa: la historia no la hacen los tibios. ¡Patria o muerte! Es cuánto.