Morelia, Michoacán, 16 de julio de 2024.- La medicina, desde tiempos inmemoriales, ha sido una profesión centrada en el alivio del sufrimiento humano. Por eso, y por muchas otras razones, a lo largo de la historia diversas culturas han mostrado cierto respeto tanto por los médicos como por sus familias, respeto que entre cosas se manifiesta por no cobrar el servicio médico entre ellos. Sin embargo, en algún punto del camino, esta cultura y este desinterés financiero se erosionó, dando paso a una visión más “comercial” de la medicina.
En la antigua Grecia, los médicos seguían el juramento hipocrático, un código ético que enfatizaba la dedicación al paciente por encima de los intereses personales. Este respeto se extendería no sólo a los médicos en ejercicio, sino también a sus familias. No se les cobraba por los servicios médicos, y los médicos tampoco cobraban a sus colegas; pero esto ya es historia.
Con el desarrollo del capitalismo, la medicina comenzó a transformarse. La profesionalización y especialización de la medicina, junto con los avances tecnológicos, crearon una industria lucrativa, y en algunos casos ciertamente muy lucrativa. La relación médico-paciente fatalmente se mercantilizó, y los pacientes empezaron a ser vistos más como clientes que como individuos que sufren. La creación de los seguros de salud y el aumento de los costos de la atención médica, entre otros factores, contribuyeron a esta transformación, y finalmente con el tiempo, los hospitales y clínicas comenzaron a operar más como empresas que como instituciones. Y de ahí en adelante el fenómeno solo se acrecentó.
Un epifenómeno del mercantilismo en la medicina es la deshumanización de la práctica médica; el médico tratante, en lugar de ver a los pacientes como seres humanos con sus emociones, miedos y sufrimientos, los ve como fuentes de ingresos, por lo tanto la relación médico-paciente se degrada a una vulgar transacción comercial.
Revisando el tema se puede observar que el predominio del comercio sobre el humanismo es más evidente en países con sistemas de salud privatizados, como en los Estados Unidos de América; aquí la salud, más que un derecho es un producto, y los pacientes son simples consumidores. En este caso el acceso a la atención médica de calidad está condicionado por la capacidad de pago, y la salud se convierte en un lujo más que en un derecho. Triste pero es la realidad. En contraste, en países con sistemas de salud más socializados, como Canadá, el Reino Unido y varios países escandinavos, la medicina aún conserva un mayor grado de humanismo. Sin embargo, incluso en estos lugares, las presiones comerciales son cada vez más intensas para transformar la medicina en un negocio.
La formación de los médicos también ha sufrido cambios. Las facultades de medicina, especialmente en países con sistemas privatizados, pueden centrarse más en aspectos técnicos y comerciales que en la formación ética y humanista. Es por lo tanto, si no crucial, sí muy importante que la educación médica recupere el énfasis en la ética profesional y el cuidado centrado en el paciente como una persona que sufre y necesita atención. Es por lo tanto imperativo que los programas de formación continua y desarrollo profesional incluyan módulos que refuercen la importancia de la empatía y la comunicación efectiva.
La medicina, en su esencia, es una vocación dedicada al alivio del sufrimiento humano. La comercialización y la pérdida de valores humanistas representan el fracaso de la misma. Muchos percibimos el ejercicio médico casi como una religión, y a la cortesía profesional la vemos como una oportunidad de expresar la gratitud por la confianza que un compañero ha depositado en uno de nosotros. Es, sencillamente, una oportunidad de devolver un poco de lo mucho que hemos recibido de nuestros maestros y compañeros.
Es cuanto.
Alejandro Vázquez Cárdenas
Tragafuegos, sobrevivir en la calle (Por: Alejandro Vázquez Cárdenas)