Un reciente estudio de la Universidad de Penn State ha revelado que los padres que vivieron una infancias difíciles, enfrentando situaciones como la pobreza o conflictos familiares, tienden a ofrecer menos apoyo financiero para la educación universitaria de sus hijos.
Este hallazgo contrasta con aquellos padres que tuvieron una niñez con menos desventajas. La investigación, liderada por Kent Cheng, investigador postdoctoral del Centro para el Envejecimiento Saludable de Penn State, fue publicada en el Journal of Marriage and Family.
Cheng indicó que, sin importar el estatus socioeconómico actual, los padres que experimentaron mayores desventajas infantiles contribuyeron, en promedio, 2.200 dólares menos al financiamiento educativo de sus hijos comparado con aquellos que crecieron en mejores condiciones.
Este dato subraya cómo las desigualdades pueden transmitirse de una generación a otra.
El estudio se basó en datos del Panel Study of Income Dynamics (PSID), una encuesta longitudinal nacional iniciada en 1968 que recopila información sobre empleo, ingresos y otros aspectos relevantes.
Cheng contrastó estos datos con el estudio retrospectivo de circunstancias de la infancia del PSID, llevado a cabo en 2014, que examina factores económicos, psicosociales y de salud durante la niñez de los participantes.
Para evaluar el impacto, Cheng desarrolló una escala que se basa en 13 factores de desventaja infantil.
Los resultados mostraron que los padres con cuatro o más desventajas en su niñez aportaron en promedio 4.600 dólares al costo universitario de sus hijos, mientras que aquellos sin desventajas contribuyeron con 6.800 dólares.
Comparando estos datos con el costo promedio de la educación superior en 2013, los padres con desventajas pudieron cubrir el 23% del costo anual de la universidad, frente al 34% de los padres sin desventajas.
Además, los hallazgos se mantuvieron consistentes incluso al controlar el nivel socioeconómico actual de los padres.
“Este resultado en particular muestra que la infancia realmente deja una marca indeleble en la capacidad de una persona para proporcionar dinero a sus hijos más adelante en la vida, incluso si finalmente logra tener éxito en la mediana edad”, afirmó Cheng.
Los investigadores destacaron la importancia creciente de entender cómo las experiencias adversas pueden limitar la movilidad educativa de las generaciones futuras, especialmente en un contexto donde los costos universitarios continúan aumentando.
Cheng enfatizó que el apoyo financiero de los padres puede marcar una diferencia significativa.
“Si tus padres pueden darte algo de dinero para que no tengas que pedir préstamos para la universidad, estás en ventaja”, señaló.
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Esta investigación, financiada por el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, ofrece nuevas perspectivas sobre la relación entre experiencias familiares, éxito educativo y desigualdades sociales. Principalmente, el estudio revela cómo estas desigualdades pueden transmitirse de generación en generación.