Félix Madrigal/ACG
Morelia, Michoacán.– Desde hace dos décadas, en la esquina de García Obeso y Lago de Cuitzeo, frente al conocido “Audi” de Morelia, se encuentra un personaje emblemático: Raúl Ayala Anguiano, cerrajero por oficio familiar y de corazón.
De lunes a domingo, entre las 8 de la mañana y las 2 de la tarde, atiende con puntualidad desde su carrito de cerrajería. “Antes mi carrito era más voluminoso y grande —recuerda—, desafortunadamente por cuestiones de la vida tuve que deshacerme de él y luego conseguir este”.
El señor Raúl ha enfrentado momentos difíciles como la perdida de varios de sus seres queridos, pero su compromiso con el oficio se mantiene firme. Asegura que ser cerrajero exige no solo técnica, sino también valores.
“El oficio es de honestidad”, explica. “Todos asumen que uno puede hacer copias de las llaves de la casa de los clientes, y aunque más de alguno lo hará, uno, ¿para qué querría tener las llaves de la casa de alguien más? Se queda uno sin clientela”.
Con un gran sentido del humor, también defiende la dignidad de su trabajo. “Una vez me pidieron abrir un carro que se le quedó la llave adentro, el fulano me dijo: ‘no hombre, usted sí sirve para ratero’, y en ese momento le cerré el coche de nuevo, porque ese tipo de comentarios con la profesión de uno no van”.
Raúl Ayala representa no solo un oficio heredado, sino también la confianza construida a lo largo de los años en una ciudad donde aún se valora el trabajo bien hecho.