Una morocha insolente que reinventó una milonga que estaba concebida para ser cantada por un hombre

Gustavo Ogarrio

Su voz, tremenda sin tremendismos, se entiende hoy como precursora de irrupciones políticas futuras. Insolente, fea, pobre, arrabalera, mendigando ternura, así se concebía Tita Merello, una cantora de milongas y tangos que con la pieza “Se dice de mí”, con letra de Ivo Pelay y música de Francisco Canaro, le da expresión profunda a toda una trayectoria en la música, el cine y el teatro. Una morocha insolente que reinventó una milonga que estaba concebida para ser cantada por un hombre; el pasado turbulento y arrabalero de Merello encontró en esta pieza un excelente motivo para desplegar una voz profunda que había sido criticada, al punto que Carlos Gardel había dicho que era un desastre. Merello revirtió este veredicto e hizo de su canto el símbolo de una insolencia ampliada: “Se dicen muchas cosas, mas si el bulto no interesa, porque pierden la cabeza, ocupándose de mí”. La voz de Merello se extendía como una bandera íntima en la que mujeres, abuelas y tías, encontraban una irrupción propia en el mundo masculino, un mandato de rebeldía en el que el origen arrabalero, la puesta en duda de los modelos de belleza dominantes y una coincidencia plena entre vida trágica y festiva, poesía cantada y una dignidad febril que corría socialmente de abajo para arriba, hacían de ella un emblema popular, que sería exaltado posteriormente por la industria de masas: “Se dice de mí, / se dice que soy fiera / que camino a lo malevo, / que soy chueca y que me muevo / con un aire compadrón”. Tita Merello ha sido reivindicada en nuestros días como una de las precursoras de los feminismos rioplatenses, con todo y una serie de televisión de reciente factura sobre su vida; su canción emblemática, “Se dice de mí”, fue recuperada en otra voz como cortinilla para una telenovela colombiana de alcance mundial.