Coimbra, Portugal, 14 de marzo de 2025.- Hace unos días estaba viendo unos viejos apuntes escolares y me encontré con algunos trabajos de cierta materia que llevaba en la universidad, el profesor encargado de ella a pesar de ser muy buen docente, tenía una ideología claramente marcada, era abiertamente de izquierda, sin embargo, siempre nos decía “Algo peor que ser de derecha, es ser de centro, porque a los tibios nadie los quiere. Si no te mueves a la izquierda o derecha, la bala te termina por atravesar”.
Sin embargo, tiempo después me he dado cuenta que la bala no siempre va en medio, y que a veces es mejor no moverse o moverse un poco porque esa bala puede ir a la izquierda o a la derecha y terminaríamos por ser los causantes de nuestro propio fin. Y esto último es lo que ha pasado con la política y los nuevos personajes de nuestra actualidad.
Para nadie es una mentira que el momento geopolítico en el que nos encontramos es sumamente delicado, no solamente hay enfrentamientos armados en varias partes del mundo, sino que, los hay también ideológicos.
Pero no nos equivoquemos, actualmente no importa que los nuevos personajes políticos sean de izquierda o derecha, sino que han ido más allá y ahora ya no les importa pactar entre ellos a pesar de ser contrarios ideológicamente.
Aquellos tiempos de la guerra fría con ideologías de izquierda y derecha bien delimitadas han quedado obsoletos, los extremos los han sustituidos, extremos que sólo dañan el sistema internacional que si bien es normal que vaya mudando con el paso del tiempo, la irrupción de personajes populachos y con ideas tan diversas y sin razón sólo hacen que cambie a un ritmo mucho mayor.
Un claro ejemplo de que los excesos son malos, es el famoso movimiento “Woke”, que se puso muy de moda a inicios de la década pasada, ese mismo con el que la izquierda se abanderó y nos inundó de ideas, programas, leyes y hasta mercancía; pero tal saturación llegó al extremo que tuvo el efecto contrario y en vez de despertar el voto en el mayor grueso de la población, terminó con lo que vemos ahora, personas cansadas del movimiento progresista, de la globalización y del camino que estaban tomando sus gobiernos.
Es muy fácil entender esto, en un momento en el que cada vez nos alcanza para menos y donde la economía tiende a no ser la mejor, las personas se preguntan “¿A mí en qué me beneficia que se gaste tanto dinero en este tipo de movimientos? Si a mí lo que me importa es comer y que haya empleos”. Y es ahí cuando aparecieron los personajes políticos que han roto el paradigma.
Siempre de niños nos enseñaron eso, que todo en exceso es malo, por eso hoy en día no tengo miedo a decir que aunque me inclino más a la derecha, tampoco lo hago tanto, ni tampoco quiero ver el mundo lleno de gobernantes populachos sin preparación alguna más que la de la bravuconería.
Debemos saber que si nos vamos mucho a la izquierda o a la derecha, terminaremos por perder el rumbo, un camino recto y bien preparado.
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