Sus deseos de conocer más sobre filosofía, literatura y la vida misma le vienen de aquel sentimiento trágico que escribió Unamuno y que Jorge leyó con apenas 14 años.
Rita Gironès
En la mirada del escritor y geólogo zipaquireño se fragua el compendio perfecto de quienes se han desplazado de su tierra original a una complementaria: un deje solaz e incluyente con rayitos de mezcolanza. Con más de 40 años desde su llegada a México, bromea con la fusión de sus terruños, “que soy de Zipaquirácuaro, dice un amigo”. Gran invención de una palabra que significa tanto. Sus deseos de conocer más sobre filosofía, literatura y la vida misma le vienen de aquel sentimiento trágico que escribió Unamuno y que Jorge leyó con apenas 14 años. De repente, me comparte estas palabras: “es una gran aventura haber abierto los ojos y haber estado en el mundo”. No son términos básicos de geología. Sin embargo, me llevan a pensar en la actividad geológica como metáfora social: la formación de montañas, su actividad volcánica y sísmica, las placas tectónicas de nuestra vida, donde cada colisión (personal o colectiva) da una cordillera nueva.
¿Qué querías ser de niño?
Quizás como un pensamiento pasajero, quería ser cura. Mi madre era muy católica, vivíamos en Zipaquirá, Colombia. De niños jugábamos en las minas de sal. Y quise ser futbolista, a mi papá y a mis hermanos les gustaba mucho el fútbol, dos de ellos eran muy buenos. De niño uno soñaba con ser futbolista en Colombia, formar parte del equipo de Santa Fe.
¿Qué quieres ser ahora?
Ahora quisiera ser niño.
Principal rasgo de tu carácter.
La perseverancia.
¿A qué dirías que te dedicas?
Me dedico a no hacer nada, porque de no hacer nada, salen buenas cosas. (Risas)
¿En qué punto convergen literatura y vida?
En todo. La vida interesa a quienes escriben, a quienes leen. La literatura es la vida misma. Es la manifestación que han logrado ciertas personas de la vida. Es su reflejo.
¿De qué sirve la literatura en un mundo tan caótico como este?
El mundo siempre ha sido caótico. La historia de las civilizaciones ha sido la historia de las crisis: de las muertes, de la violencia, de la sangre. La literatura no sirve para nada, a excepción de la poesía. Pero la literatura sí puede salvar tu alma, tu espíritu. Lo alimenta. En la mayoría de los casos, la literatura no sirve para ganarse la vida, pero sirve para alimentar el alma. Es una manera de mirar con atención el mundo y permite descubrir los pequeños milagros que se esconden detrás de los seres y las cosas.
¿El arte juega un papel genuinamente poético o también político?
Yo pienso que también político, pero más unas manifestaciones artísticas que otras. Somos animales políticos. En el fondo, hay una visión política en todo nuestro quehacer.
¿Con qué personaje histórico te sentarías a platicar y de qué hablarían?
Te diría con dos personas. La primera sería el viejito de mi pueblo, Paico, un hombre humilde que mi padre invitaba a comer. Sabía tocar muy bien el tiple (un instrumento colombiano de cuerdas), también el requinto y la guitarra. Nosotros éramos seis muchachitos y recuerdo que llegaba Paico y nos enseñaba a tocar esos instrumentos. Me gustaría volver a platicar con él después de 50, 60 años y saber cómo ve el mundo de ahora. La otra persona sería Lev Tolstoi, me gustaría tener el privilegio de estar sentado junto él para que me hablara del milagro de su obra: La muerte de Ivan Ilich o los Ecos del Cáucaso, con sus Relatos de Sebastopol…
¿Qué cualidad admiras en las personas, y qué detestas de la gente?
Me gusta la sencillez, la relación horizontal con las personas. Y detesto la prepotencia, la pedantería, el engreimiento, las ínfulas de superioridad. Hay gente que se cree genial sin haber aportado nada a los demás, ni siquiera un poema mal hecho.
¿De qué te sientes orgulloso?
Hay muchas cosas de las que me siento orgulloso: de mis familiares, de mis hijos, de mis hermanos, de mis amigos y amigas, de mi mujer; pero sobretodo de tener la posibilidad de expresar, aunque sea en lo más mínimo, algo que interese a los demás a través de la escritura.
¿Te arrepientes de algo?
Sí, por supuesto, de muchísimo. Por ejemplo, de no ser mujer, ¡estoy hastiado de ser macho! Sería bueno arrepentirnos de lo que uno ha cometido injustamente hacia otros, sea hacia un hombre o mujer, aún más hacia los animales.
¿Cocinas normalmente? ¿Tienes buena sazón?
¡No cocino ni tengo buena sazón! Pero lo intento y me salen muy bien las ensaladas. (Risas)
¿Qué te llevarías a una isla desierta?
Un libro que me encante, una persona que quiera a morir y una botella de agua.
¿Crees en el destino?
Sí creía, de joven, tal vez. Ahora creo que cada persona va construyendo su propio camino. No creo en la predestinación, uno tiene que trabajar mucho consigo mismo para alcanzar objetivo. No hay destino, las personas se van haciendo a través del transcurso de la vida.
¿Qué es para ti la Cultura, Jorge?
La Cultura es lo que hace que seamos posibles en este mundo que vivimos, con su más y sus menos, sus cosas buenas y malas. La Cultura incluye todo el desastre que somos: las guerras, los muertos, …pero también toda la alegría y belleza del mundo. Yo diría que la Cultura es la belleza del mundo, al final, es lo que queda después de decantarse de muchas maneras.
Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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