La tiroides es una glándula involucrada en muchas funciones del cuerpo, por lo que tanto el déficit como el exceso de hormonas tiroideas pueden producir diferentes problemas de salud.

La tiroides es una glándula en forma de mariposa que está ubicada en la parte delantera del cuello, debajo de la nuez de Adán. Produce hormonas tiroideas. Las principales son la tiroxina (T4) y la triiodotironina (T3), “necesarias para el desarrollo y el funcionamiento de multitud de órganos de nuestro cuerpo”, señalan los especialistas de la Sociedad Valenciana de Endocrinología, Diabetes y Nutrición (SVEDYN).

Entre las funciones corporales vitales en las que participan las hormonas tiroideas están el control de los latidos del corazón, de la temperatura corporal y de la velocidad a la que los alimentos se mueven por el tubo digestivo. También regulan la asimilación de nutrientes; tienen un papel en el correcto desarrollo del sistema nervioso; intervienen en el crecimiento y desarrollo del organismo, en la fertilidad y en otros procesos.

Para producir estas hormonas, la glándula tiroides utiliza el yodo procedente de los alimentos y del agua. “La formación de una cantidad normal de hormonas tiroideas requiere de una ingesta adecuada de yodo, al menos entre 100 y 150 microgramos, del que la alimentación es la fuente primaria”, indican desde el Hospital Clínic de Barcelona.

La tiroides trabaja junto a la glándula pituitaria y al hipotálamo con el objetivo de producir la cantidad justa de energía que el organismo necesita en cada momento (baja durante el sueño, alta en la vigilia y más alta todavía mientras se realiza actividad física). Mediante un mecanismo complejo, la pituitaria y el hipotálamo ejercen un control sobre la actividad de la glándula tiroides ya sea estimulando o inhibiendo la producción de hormonas.


Tanto el déficit como el exceso de hormonas tiroideas pueden producir diferentes problemas de salud. Cuando hay una enfermedad de la glándula tiroides, los niveles de hormonas son demasiado altos o demasiado bajos, dependiendo de la dolencia. Las principales son: hipertiroidismo, hipotiroidismo, nódulos tiroideos, cáncer de tiroides, bocio y tiroiditis.

El hipertiroidismo es la enfermedad que se produce cuando la glándula tiroides es hiperactiva y produce más hormonas de las que el organismo necesita. Sus síntomas pueden variar de una persona a otra pero, según indican los especialistas del Instituto Nacional de Diabetes, Enfermedades Digestivas y del Riñón de Estados Unidos (NIDDK, por sus siglas en inglés), pueden incluir “adelgazamiento a pesar de un aumento del apetito, latidos del corazón rápidos o irregulares, nerviosismo, irritabilidad, dificultad para dormir, fatiga, manos temblorosas, debilidad muscular, sudoración o dificultad para tolerar el calor, deposiciones intestinales frecuentes y un abultamiento en el cuello conocido como bocio”.

El tratamiento del hipertiroidismo depende de la causa que lo haya producido, de la gravedad de la enfermedad y de las condiciones de la persona afectada. En función de estas variables, los especialistas en endocrinología pueden indicar la toma de medicamentos, la terapia con yodo radiactivo o la cirugía.

Hipotiroidismo e hipertiroidismo

Desde el NIDDK advierten de que “casi todas las personas que reciben terapia con yodo radiactivo desarrollan hipotiroidismo más adelante. Sin embargo, el hipotiroidismo es más fácil de tratar que el hipertiroidismo y causa menos problemas de salud a largo plazo”.

El hipotiroidismo ocurre cuando “la glándula tiroides no es capaz de producir suficientes hormonas tiroideas para mantener el funcionamiento normal del cuerpo”, manifiestan los expertos del Hospital Clínic de Barcelona.

“Cuando faltan hormonas tiroideas, el cuerpo funciona más lento. Esto afecta al metabolismo, al cerebro, al corazón, a la digestión y a otros sistemas, provocando una disminución general de la actividad del organismo”, explican desde la Clínica Universidad de Navarra.

Los síntomas más habituales de hipotiroidismo son: cansancio, intolerancia al frío, disminución de memoria, apatía, indiferencia, depresión, piel y cabello seco o quebradizo, fragilidad en las uñas, palidez en la piel, aumento de peso, estreñimiento y somnolencia excesiva.

Por lo general, las personas con hipotiroidismo deben tomar a diario levotiroxina, un fármaco a base de hormonas tiroideas sintéticas, es decir, fabricadas en un laboratorio. “Dado que no se pueden regenerar las células tiroideas, el tratamiento con hormona sustitutiva es de por vida. El objetivo es normalizar la función tiroidea”, exponen desde el Hospital Clínic de Barcelona.

Sin embargo, aclaran que “no todos los casos de hipotiroidismo requieren tratamiento sustitutivo con levotiroxina. Se determinará en función de los niveles analíticos de TSH (hormona estimulante de la tiroides, producida por la glándula pituitaria) y T4L (tiroxina libre, producida por la tiroides), de la sintomatología y de otros factores”.

Otra patología de la tiroides son los nódulos tiroideos. Un nódulo es un grupo de células que se agrupan en forma de nido, de conglomerado, y forman un tumor. “Más del 95% de los nódulos tiroideos son benignos”, detallan los especialistas del Hospital Clínic.

“La mayoría de los nódulos tiroideos no causa ningún síntoma. Comúnmente, se descubren durante un examen físico de rutina o en estudios de imágenes como una tomografía o una ecografía del cuello que se realizan por razones no relacionadas con la tiroides”, manifiesta la Asociación Americana de la Tiroides.

Esta entidad indica que los nódulos cancerosos o los que son sospechosos de serlo deben extirparse mediante cirugía. Los benignos o aquellos que son muy pequeños para que se les pueda hacer biopsia deben vigilarse con una ecografía cada 6 o 12 meses y la persona tiene que acudir anualmente a su médico para someterse a un examen físico. Además, incluso cuando haya una biopsia benigna “se puede recomendar cirugía si el nódulo sigue creciendo o si desarrolla características de riesgo”.


El cáncer de tiroides es el noveno tumor más prevalente en el mundo. Aunque se diagnostican más casos cada año, la supervivencia ha aumentado un 15% en la última década gracias a su abordaje multidisciplinar.

“El tratamiento de este tipo de tumores involucra a varias especialidades como endocrinología, otorrinolaringología, cirugía general, torácica o pediátrica, oncología, medicina nuclear, radiología, etc. La base es la extirpación de la lesión, realizada por otorrinolaringólogos y cirujanos de cabeza y cuello especializados en tiroides”, explica Pablo Torrico, presidente del Grupo de Trabajo de Tiroides y Paratiroides de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC).

“Muchas veces no se les da importancia a los nódulos en el cuello, pero su valoración precoz por el otorrinolaringólogo y la solicitud de pruebas complementarias como la ecografía o la punción permiten el hallazgo de lesiones en el tiroides en estadios iniciales, en las que el porcentaje de curación supera el 95%”, subraya el doctor Torrico.

Sin embargo, el tratamiento del cáncer de tiroides no está exento de complicaciones. “La cirugía de este tipo de tumores, llamada tiroidectomía, en ocasiones puede dejar secuelas en el paciente, especialmente problemas en la voz y en el metabolismo del calcio”, expresa el doctor Alexander Sistiaga, presidente de la comisión de Oncología y Cirugía de Cabeza y Cuello de la SEORL-CCC.

El bocio, un aumento anormal

Otra patología de la tiroides es el bocio, que consiste en un aumento anormal de esta glándula. “Es importante saber que la presencia de un bocio no implica necesariamente que la tiroides no funcione bien”, subrayan los especialistas del Hospital Clínic de Barcelona. De hecho, afirman que en este caso la cantidad de hormonas puede ser normal, excesiva o escasa.

“De acuerdo con sus características, el bocio puede ser difuso, es decir, a expensas de un aumento global y regular de la glándula o puede ser nodular, en el que se producen aumentos focales del tamaño tiroideo, dando lugar al desarrollo de nódulos”, detallan los facultativos de la Clínica Universidad de Navarra.

Muchas veces, el único síntoma que produce el bocio es la aparición de un bulto en la zona anterior del cuello. Otros síntomas que pueden aparecer son problemas para deglutir, dificultad respiratoria y afonía.

Desde la Clínica Universidad de Navarra aclaran que los bocios pequeños difusos o con nódulos mínimos y que funcionan con normalidad únicamente requieren vigilancia periódica. Cuando el bocio cursa con hipertiroidismo o hipotiroidismo debe aplicarse el tratamiento correspondiente a estas patologías. Además, en algunos casos, por ejemplo, cuando el crecimiento es muy rápido o hay síntomas compresivos, puede ser recomendable la cirugía para extirpar la tiroides total o parcialmente.

Por último, la tiroiditis es una inflamación de la glándula tiroides causada por un ataque autoinmune o por una infección viral. “Esta inflamación determina, en una primera fase, la liberación de la hormona tiroidea que hay dentro de la glándula, lo que causa hipertiroidismo. Posteriormente, disminuye la función tiroidea, lo que provoca hipotiroidismo. La tiroiditis puede ser permanente o transitoria (por ejemplo, la tiroiditis postparto)”, detallan los endocrinólogos del Hospital Clínic de Barcelona.

El tratamiento de la tiroiditis va dirigido a reducir sus síntomas: el dolor, los niveles altos de hormonas tiroideas en sangre o el hipotiroidismo. “No se puede combatir la causa autoinmune porque no se conoce al agente desencadenante y las consecuencias de la enfermedad tiroidea son menores y tratables en comparación con los efectos secundarios de un tratamiento inmunosupresor de por vida”, sostienen.