Morelia, Michoacán, 30 de octubre de 2024.- Primero una breve definición. Una dictadura es un sistema de gobierno en el que el poder está concentrado en una sola persona o un grupo reducido, sin limitaciones legales o constitucionales, y donde se suprimen las libertades y los derechos fundamentales de los ciudadanos.
A diferencia de las democracias, donde el poder se distribuye y existen mecanismos de control y equilibrio, en una dictadura, el dictador o el grupo dominante ejerce un control absoluto sobre toda estructura de gobierno. En pocas palabras el dictador manda sin contrapeso alguno, el es la Ley, siempre tiene la razón y por si faltara algo el dictador y su grupo “nunca se equivocan”.
Las dictaduras han existido desde tiempos antiguos. En Roma, el término «dictador» se refería a un magistrado que obtenía poder absoluto temporal para manejar la crisis, aunque debía renunciar una vez resuelto el conflicto. Sin embargo, con el tiempo, las dictaduras modernas adquirieron una connotación negativa al convertirse en regímenes autoritarios que abusan de sus poderes sin limitaciones ni contrapesos. Y por si esto no fuera suficiente el destino de aquellos que osaran oponerse al Dictador era el destierro o la muerte.
A lo largo de la historia, los ejemplos más notables de dictaduras incluyen los regímenes de Adolf Hitler en Alemania, Benito Mussolini en Italia y Jose Stalin en la URSS. Estos gobiernos surgieron tras crisis económicas y sociales que les permitieron ganar apoyo popular a cambio de promesas de estabilidad y orden. El caso de Stalin es especial, la base fundamental de su ascenso al poder fue el férreo y brutal control del aparato administrativo del Estado en un país en el cual la escasez era la regla. Eso sí, una vez en el poder, estos dictadores emplearon la represión, el control de los medios y la eliminación de cualquier forma de oposición.
Otros países europeos como España (Franco) y Portugal (Salazar) también han pasado por dictaduras que marcaron profundamente su historia . En Asia, China bajo Mao Zedong, Corea del Norte bajo Kim Il-sung y sus descendientes, y Camboya bajo Pol Pot representan dictaduras caracterizadas por violaciones masivas a los derechos humanos y un control total del Estado.
América Latina tiene una larga historia de dictaduras, particularmente durante el siglo XX. Muchos países experimentaron golpes de Estado y regímenes militares que gobernaron con mano dura. Entre los más conocidos están: Argentina, Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay. Mención aparte merecen las terribles e indefendibles dictaduras de Cuba y Venezuela
A todo esto puede surgir una duda: ¿Tienen las dictaduras alguna ventaja sobre un sistema democrático? Aunque la democracia es generalmente considerada un sistema más justo y representativo, algunos argumentan que una dictadura puede tener ventajas en ciertos contextos. Por ejemplo, en situaciones de crisis o guerra, una dictadura puede tomar decisiones de manera rápida y efectiva sin las limitaciones del debate parlamentario o las demoras burocráticas.
Sin embargo, estos casos suelen ser excepciones, y la dura realidad es que la concentración de poder en una persona o grupo invariablemente lleva a abusos, corrupción y violaciones a los derechos humanos. Además, por si lo anterior no fuera suficiente, cualquier posible «eficiencia» en la toma de decisiones suele ser a corto plazo y tiende a desmoronarse ante la falta de legitimidad y la represión prolongada.
Ahora bien, ¿cómo evitar que un país democrático caiga en una dictadura? Es imperativo fortalecer las instituciones democráticas, garantizar la independencia del Poder Judicial, proteger la libertad de prensa y fomentar una cultura política participativa. Es vital que existan mecanismos que permitan el control y la rendición de cuentas de los gobernantes, así como educar a la ciudadanía en la importancia de sus derechos.
Finalmente, ¿qué esperar de un país que vive bajo dictadura? Nada bueno. La represión y la falta de libertades generarán tensiones internas que, tarde o temprano, desembocarán en conflictos civiles.
La corrupción se incrementa ya que no hay mecanismos que limiten los abusos de poder. Socialmente, la falta de libertades y de opciones políticas produce una apatía generalizada o bien una radicalización de los movimientos opositores. Al no existir medios pacíficos para cambiar el gobierno, la violencia y la represión se vuelven moneda corriente.
¿Cómo evitarlo? En teoría es fácil, con una sociedad razonablemente culta, bien informada y que entienda el valor de su voto. ¿Posible en México? No en la actualidad; de hecho para muchos ya vivimos en una dictadura de facto.