El Derecho a la Ciudad

ESTRUCTURA Y FLUIDEZ VIAL

Salvador García Espinosa

Sin duda alguna, uno de los problemas más agudos que padece la ciudad de Morelia es el relacionado con la movilidad, en buena medida por la falta de una estructura vial acorde a las necesidades que demanda la cantidad de vehículos que circulan por la ciudad. La evidencia más clara de la falta de una estructura vial es la saturación de las pocas vialidades que permite llegar de norte a sur o de oriente a poniente. Calles y avenidas que, aún y cuando se sabe que estarán saturadas en las denominadas “horas pico” no hay alternativas viales, además de que son paso obligatorio para la mayoría de los automovilistas y transporte público. 

Desde la perspectiva del diseño urbano existen tres principios que las autoridades deberían de tener muy presentes: 

El primero es, que la efectividad de una vialidad se mide por su continuidad y no por su ancho o el número de carriles. De esta forma, se deberían de evitar el exceso de intersecciones o posibilidades de incorporación, por ejemplo, de carriles laterales a centrales. Algo importantes es señalar que, si se garantiza la continuidad, se puede transitar a baja o media velocidad, pues se garantiza la fluidez; en contraposición con la práctica de buscar acelerar y lograr altas velocidades en tramos muy cortos.

El segundo, es la regularidad de su sección, es decir, que se tengan el mismo número de carriles para que el flujo vehicular no enfrente puntos de conflicto al pasar de 3 a 2 carriles o de 2 a un solo carril. Cuántas veces se observa que la distribución de los carriles señalados en una calle no coincide con los señalados cruzando el semáforo, y esto, además de aumentar riesgos, obliga a los vehículos a disminuir la velocidad.   

El tercer aspecto es la sincronización en el funcionamiento de los semáforos, toda vez que su programación permite regular la velocidad máxima de circulación, a fin de garantizar que exista fluidez vial. En otras palabras, el automovilista sabe que si respeta el límite de velocidad establecido la probabilidad de que le toquen semáforos en verde será mayor, y llegará en menos tiempo a su destino, que si supera o transita por debajo del límite de velocidad establecido.

Claro está, que para lograr una mejora significativa en materia de fluidez vial se requiere como condición sine qua non no existan baches ni topes; además de un respeto por el peatón y ciclistas, pero una educación vial por parte de peatones y ciclistas.

Debe tenerse muy presente que el tema de la fluidez vial no se limita a vehículos y tiempos de recorrido, tiene un impacto significativo y muy relevante en la calidad del aire que se respira en la ciudad, dado que, a mayor congestión vial, mayor será la contaminación y en segundo y más importante es la cantidad de accidentes y muertes ocasionadas por accidentes viales en los que se ven involucrados peatones. Tan sólo para el 2021, el INEGI registró el fallecimiento de 14,715 personas por accidentes viales, lo que representa una tasa de 11.4 muertes por cada 100,000 habitantes.

Ante este panorama, garantizar el derecho a la ciudad implica repensar la estructura vial de Morelia no sólo como un problema de tráfico, sino como un asunto de salud pública, seguridad y justicia urbana. La movilidad eficiente y segura debe ser entendida como una política integral que salve vidas, reduzca emisiones y restituya el equilibrio entre los distintos actores que transitan la ciudad.