Hay quienes se preguntan si en algún momento la inteligencia artificial reemplazará a músicos, compositores, productores e ingenieros de sonido. Quizá en algún momento la IA detecte emociones y nos brinde sonidos de acordes con ello.

Jorge A. Amaral

La inteligencia artificial desde hace mucho dejó de ser un tema futurista para ser una realidad con la que convivimos diariamente. El otro día estaba trabajando, con música e YouTube como de costumbre, cuando llegué a una playlist de supuesto jazz fusión. Se escuchaba bien, amena en términos generales, como para ambientar una cafetería lounge, pero noté algo raro: siendo jazz no había solos, no había variaciones vertiginosas, no se escuchaba la pasión por ningún lado. “Se oye bonito, pero como que le falta punch”, pensé, así que paré lo que estaba haciendo y me puse a escuchar con más calma y a revisar la información del video. En la descripción aparecían los nombres de los temas, pero no de los intérpretes, así que me fui a los comentarios, donde suele haber más información, datos curiosos o anécdotas en torno al video. Un comentario me llamó la atención: “AI music?”, a lo que la cuenta de ese canal respondió con un simple y sencillo “Music”, con lo que implícitamente admitió que toda esa lista de reproducción había sido creada con inteligencia artificial. Por eso noté su falta de alma.

Como le digo, la inteligencia artificial no es nada nuevo, porque, por ejemplo, las plataformas de streaming como YouTube o Spotify tienen algoritmos de aprendizaje automático (como los de Facebook, por ejemplo) que se incrustan en la experiencia auditiva, y por eso las recomendaciones de los artistas y las listas de reproducción coinciden con lo que hayamos escuchado recientemente o con los canales con los que más interactuemos, y así, si usted pone en Spotify a, por ejemplo, Los Temerarios, le aparecerán también Los Acosta, Los Bukis o Bryndis.

Pero ¿qué pasa cuando esa tecnología también se usa para la creación de música? Hay quienes se preguntan si en algún momento la inteligencia artificial reemplazará a músicos, compositores, productores e ingenieros de sonido. Quizá en algún momento la IA detecte emociones y nos brinde sonidos de acordes con ello.

En 2016, un equipo de investigadores de Sony usó la inteligencia artificial para generar “Daddy’s car”, una canción al estilo de The Beatles, pero aun así se contuvieron y el compositor francés Benoit Carré intervino para darle un toque humano a la pieza. Un año después, Taryn Southern prestó su voz a Amper (una plataforma de inteligencia artificial) para lanzar su primer álbum titulado "I AM AI", creado prácticamente por la plataforma. En México, el DJ y productor Dr. Zupreeme creó “IAIA: Irrupción Atómica de la Inteligencia Artificial”, un álbum generado con apoyo de esta tecnología con la voz de otro personaje, también creado en inteligencia artificial, MC Cheequito.

Y es que con estas tecnologías se logran excelentes resultados en la masterización de la música, con pistas de una calidad tal que es difícil diferenciar si fueron masterizadas por una máquina o por humanos. Y este es el lado positivo del asunto: el proceso es más rápido, más barato y está disponible para artistas y productores independientes, pues recuerde que, antes, la masterización de música la hacían sólo ingenieros de audio que trabajaban con hardware de alta gama en un estudio bien equipado, lo que hace que la masterización tradicional consuma mucho tiempo y tenga altos costos de producción, haciéndolo accesible sólo para quienes tienen el contrato con una discográfica.

Pero aquí llegamos al punto inicial: el factor humano, porque los productores e ingenieros de audio, al aportar su toque personal y su “visión” de cómo debe sonar, le dan humanidad a la música, y esa carencia es justo lo que se critica de la música creada con inteligencia artificial.

Hagamos ahora una retrospectiva: entre los 80 y los 90, cuando el rap empezó a cobrar relevancia comercial, las discográficas y los músicos empezaron a poner la mira en las producciones de rap porque los DJs siempre usaron la técnica del sampleo para crear saus pistas: aislar un segmento de una canción para reducirlo en loop o introducirlo como ornamento para crear un beat. Y entonces vinieron las demandas porque decían “es que yo me paso horas, días en el estudio componiendo y grabando, con todo el gasto y creatividad que ello implica, como para que tú llegues con cintas o discos de vinil a crear música con la ganarás dinero sin danos nada a nosotros, los creadores de esos sonidos”. Por eso los productores empezaron a crear sus propios beats con cajas de ritmo y demás aparatos, generando algo totalmente y propio.

A mediados del año pasado, la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos (RIAA), en la que se aglutinan monstruos comerciales como Universal Music, Sony Music y Warner Records, se lanzaron legalmente contra plataformas de inteligencia artificial como Suno AI y Udio AI, acusándolas de usar sin autorización grabaciones ya registradas y, por ende, protegidas por derechos de autor, para nutrir a los modelos de IA. Vaya, para que las aplicaciones puedan generare música, necesitan sonidos, y esos sonidos salieron de elementos de miles de canciones y piezas previamente grabadas. A decir de los demandantes, las grabaciones fueron “limpiadas” y procesadas repetidamente para desarrollar los modelos de IA, un proceso que, como decía, sería imposible sin la utilización inicial de estas copias protegidas. Como ejemplos de infracción. Aun así, los desarrolladores de inteligencia artificial insisten en que una piza musical creada con su tecnología sí es original.

Según Simpathy For The Lawyer, un despacho español de abogados especializado en todo lo referente a la industria de la música, que también tiene su filial en México, la originalidad como concepto jurídico que no está definida en la ley, por lo que se define en dos vertientes en las regulaciones europeas.

Subjetivamente, se entiende que una obra es original si es un reflejo de la personalidad de su autor, bastando con esto para que la obra pueda ser protegida. Objetivamente, la originalidad se entiende como novedad, como la creación de algo que no existía previamente, por lo que permite reconocer y diferenciar la obra, requisito que sí cumplirían muchas de estas piezas. En este marco, las empresas que desarrollan IA creativas, como las que se usan para generare música, incluyen en sus condiciones de uso y términos legales que los derechos de las obras creadas con su tecnología les pertenecen, pero, ante la ley, el autor es una persona natural, lo que imposibilita que una obra creada por una IA esté protegida, ya que no existe un autor detrás de esa obra.

Pero hay “ficciones” jurídicas que han sido creadas por su conveniencia para la sociedad y que pueden aplicarse a las obras creadas con inteligencia artificial, como cuando los derechos de un software pertenecen a la empresa que lo ha creado y no a sus programadores, o como cuando un reportero firma su contrato en el que se estipula que todas las notas que genere no le pertenecen a él, sino a la empresa que lo está contratando.

Para evitar esas alguna legales, el Parlamento Europeo aprobó el año pasado el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial para garantizar derechos fundamentales frente a los riesgos de la IA y establecer reglas para los desarrolladores.

En cuanto al avance descontrolado de la IA generativa, esta legislación estipula nuevos requisitos de transparencia sobre el uso y entrenamiento de estos modelos, incluyendo el cumplimiento de la normativa de propiedad intelectual europea. Entre las obligaciones que ahora tienen los desarrolladores y proveedores de IA de Propósito General (GPAI), se encuentra el hacer disponible un resumen detallado de las obras utilizadas para entrenar sus modelos, retener documentación técnica detallada y demostrar que han implementado políticas para cumplir con la ley de derechos de autor de la Unión Europea, independientemente de dónde hayan adquirido los datos o entrenado y desarrollado sus modelos de IA.

En México por desgracia no hay un marco regulatorio porque los legisladores apenas han debatido qué es eso de inteligencia artificial.

En fin, hay en la red videos, imágenes y música generados con esta tecnología, al grado de que debemos ser cuidadosos para no caer en un bulo, como un video o una imagen alterados con el fin de joder a alguien. Yo, por mi parte, seré más cuidadoso con lo que me aparece en YouTube, y para ellos tendré que seguir entrenando a mi algoritmo, otra IA, para que no me recomiende música sin alma. Es cuánto.