Morelia, Michoacán, 25 de febrero de 2025.- El nacionalismo y el patriotismo son dos conceptos que suelen confundirse, pero que tienen diferencias importantes y sustanciales tanto en su significado como en sus implicaciones para la sociedad.
Ambos términos evocan un sentimiento de pertenencia y apego a la propia nación, pero mientras el patriotismo se enfoca en el amor y la admiración por el propio país, el nacionalismo a menudo implica una exaltación que puede derivar en exclusivismo o en la desvalorización de otras naciones.
Quizá el ejemplo mas evidente, y terrible, es el hipernacionalismo generado en la Alemania nazi con el ascenso al poder del Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAP). No es necesario recordar las consecuencias para el mundo de este ascenso. Como tampoco es necesario recalcar los negros nubarrones del ultranacionalismo de Trump y Putin.
Si bien ambos conceptos parten de la identidad nacional y de la valoración de la historia, la cultura y las tradiciones del propio país, el patriotismo se puede considerar más bien un sentimiento de orgullo y respeto hacia la nación sin necesidad de comparación o antagonismo con otras.
Un patriota busca el bienestar de su país, pero no desmerece a los demás; el nacionalismo tiende a enfatizar la superioridad de la propia nación, lo que puede fácilmente derivar en actitudes excluyentes y en una visión distorsionada de la historia y la realidad.
En realidad el nacionalismo puede ser beneficioso en determinados contextos históricos y políticos. Por ejemplo, en momentos de lucha por la independencia o contra la opresión de una potencia extranjera. Un sentimiento nacionalista puede unir a la población y fortalecer la resistencia.
Otro ejemplo positivo de nacionalismo se dio en países que obligadamente necesitaron reconstruirse después de una guerra terrible, como los fueron Alemania y Japón, países que después de la Segunda Guerra Mundial, canalizaron un nacionalismo económico que impulsó su desarrollo sin caer en el funesto militarismo agresivo de su pasado.
En estos casos, el nacionalismo se usó para fortalecer la industria, la economía y el bienestar nacional ya sin delirantes pretensiones imperialistas
Ahora bien, cuando el nacionalismo se convierte en una doctrina excluyente, puede llevar a conflictos, discriminación y violaciones a los derechos humanos.
Ejemplos clásicos incluyen la Alemania nazi y la Italia fascista, donde la exaltación extrema de la nación derivó e políticas de supremacía racial y finalmente en lo peor de todo, un genocidio a escasa masiva.
Otro caso de nacionalismo tóxico es el que se alimenta de conflictos étnicos, como el genocidio en Ruanda en 1994, donde la exaltación de la identidad hutu llevó al exterminio de la población tutsi.
Se ha dicho que el patriotismo puede ser utilizado como excusa para justificar actos reprobables. En algunos contextos, los gobiernos han invocado la defensa de la nación para cometer abusos de poder o crímenes de guerra; basta recordar el terrible conflicto posterior a la desintegración de Yugoslavia.
Sin embargo, el patriotismo jamás deberá servir de pretexto para la impunidad. Un verdadero patriota busca el bienestar de su nación respetando los valores éticos y legales.
En México tradicionalmente el discurso político ha oscilado entre un nacionalismo exacerbado y un patriotismo más mesurado. Durante el siglo XX, el nacionalismo fue utilizado hasta la saciedad como una herramienta clave en la consolidación del Estado posrevolucionario, siendo una parte fundamental de la llamada “Historia de bronce”.
Lamentablemente hasta la fecha persisten discursos nacionalistas que pueden derivar en posturas cerradas frente a la globalización y la cooperación internacional aprovechando la pobre cultura del ciudadano promedio y su facilidad para ser manipulado.
Movimientos que rechazan la inversión extranjera o promueven una visión exageradamente autóctona derivan fatalmente en un nacionalismo improductivo.
México es un país con identidad nacional, más allá del epidérmico e inconducente patriotismo de los desfiles en septiembre y los juegos de la selección nacional. Si bien coexisten el nacionalismo y el patriotismo es necesario fomentar un verdadero patriotismo que motive a los ciudadanos a trabajar por el bien común sin caer en extremos que dividan o polaricen a la población; eso solo nos llevará a la ruina.
Es cuanto.