Mirador Ambiental

Cuando la persona es investida de poder, casi siempre, sufre una transformación radical en la manera en que percibe la realidad y en la manera en que actúa. Y no importa en absoluto la doctrina ideológica de la que deriven sus principios o creencias, lo mismo da si es de centros, de izquierdas o de derechas.

Decir tonterías, tomar decisiones absurdas, actuar vergonzosamente, con enormes daños para su propia reputación, pero sobre todo con costos para la sociedad, forman parte de las expresiones escandalosas de muchos políticos subidos al ladrillo del poder. Las anécdotas, todas cuajadas de cinismo y miseria, llenarían cientos de páginas.

¿Cómo olvidar al ex alcalde de San Blas en Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, con su ya histórica frase “sí robe, pero poquito”?, o la más reciente de la suplente de Senadora “Lady fuero”, Nathaly Chávez, que alegó su fuero para no ser revisada en el alcoholímetro.

A esta selección pintoresca y vergonzosa de políticos lanzándose al vacío con sus afirmaciones cínico-sinceras, debemos agregar al edil de Madero, quien en su reciente informe de gobierno presumió frente a representantes gubernamentales, militares y civiles de ese municipio, que había construido una mega hoya, para contener más de 50 millones de litros de agua, y “que él sabía que era ilegal”.

Al munícipe, habrá que reconocerle, por cierto, que es experto en violar esa misma ley porque ha sido el constructor de la mayoría de las 850 hoyas que hay en Madero, con las cuales se ha privatizado el agua de las escorrentías en beneficio de grandes aguacateros y frutilleros, dejando en temporada de estiaje sin agua a los pueblos de las tierras bajas.

Su confesión de parte deja sin argumentos a su corte de seguidores que siempre lo justificaron diciendo, con una lógica muy errática, que él no tenía nada que ver con delito ambiental alguno porque a él “solo le pagaban por hacerlas”.

Con seguridad el gobierno de Michoacán escuchó con atención la aceptación pública de responsabilidad jurídica de este edil y con premura levantará la correspondiente carpeta de investigación, como corresponde. Tendrán que preguntarle por qué lo hizo si él como gobierno debió haber solicitado los correspondientes estudios de impacto ambiental, la autorización del cambio de uso de suelo, la autorización de usos de agua y el permiso de Protección Civil para garantizar la seguridad de la “mega” construcción.

Ante este desfiguro es obligada una pregunta ¿por qué el Cabildo de este ayuntamiento aprobó la construcción de una mega hoya sin contar con las autorizaciones que las leyes obligan? ¿O es que de plano el edil se pasó por debajo del arco (del puente virreinal de San Diego Curucupatzeo) el estado de derecho?

En el fondo de la cuestión, como lo hemos dicho, está el mareo del poder, el hombre ha creído que puede hacer lo que le venga en gana, porque al fin, como hoy está de moda decirlo, el pueblo lo puso.

Los medios y los ciudadanos no terminaban de digerir este dislate cuando el mismo edil, al ser cuestionado días después por un distinguido medio acerca de los desplazados de la comunidad de El Capulín, como resultado de la violencia del mes de mayo, respondió con desdén y cinismo que esa gente no tenía credencial de Madero sino de Morelia, y que él ni siquiera había hecho campaña en ese lugar, y que no había ningún desplazado.

Le bastó una frase para anular los derechos de los habitantes de esta comunidad y negar con ello el derecho humano de estas personas a una identidad, a una representación y a negar el derecho al acceso a los servicios que la constitución les garantiza. Todo por, según la versión de este personaje, no tener credencial de elector de Madero.

Se dice que todas las personas estamos expuestas al efecto Dunning-Kruger, ese sesgo cognitivo bajo cuyos efectos las personas tienden a sobreestimar sus capacidades, es decir, creen que todo lo saben y que todo lo pueden. Pero quienes más expuestos a él están son los políticos y en general quienes ejercen algún tipo de poder.

El poder genera personajes folclórico-delirantes que, si no fuera porque sus actos dañan a la sociedad, bien podrían ser sólo diversión eterna y fuente para personajes novelescos y de la comicidad teatral que representaran a un México imaginario, destemplado y en descomposición, pero no, ese es el México real, el México de la permanente desgracia y la tragedia política que deben sufrir los ciudadanos.

Nunca, como ahora en este caso, se aplica aquel aforismo de la cultura política mexicana que dice, “el que sabe, sabe, y el que no, pues es político”.

*El autor es especialista en temas de Medio Ambiente, analista político, e integrante del Consejo Estatal de Ecología