Problemas fiscales, años en prisión y la poca repercusión de sus trabajos lo llevaron a convertirse en sinónimo de otra época
Agencias / La Voz de Michoacán
Desde que saliera de prisión en 2013 tras cumplir condena por evasión de impuestos, Wesley Snipes no ha dejado de buscar el salvoconducto que lo lleve de regreso a las altas esferas hollywoodenses. Ha probado en cine y series, con cameos y personajes secundarios, incluso con ayuda de amigos como Sylvester Stallone y Eddie Murphy, pero a sus 61 años no termina por dar la estocada que tanto necesita para volver a la cima.
Su última gran oportunidad tuvo lugar en 2021. Primero con la secuela Un príncipe en Nueva York 2 en Amazon Prime Video que, a pesar del interés inicial, terminó desapareciendo del radar entre el olvido y las críticas mixtas. Meses después volvió con Una historia real, una miniserie de Netflix donde incluso tuvo vía libre para poner en práctica su gran pasión por el género dramático. Pero el intento se quedó a medias por culpa de una historia previsible, carente de originalidad y donde Snipes tampoco conseguía desempolvar su talento.
No obstante, existe un rumor que asegura que podría tener un cameo en Deadpool & Wolverine como Blade pero, de momento, no hay nada confirmado. Incluso el propio actor contestó jugando al despiste en sus redes sociales. Sin dudas, si fuera realidad, sería una sorpresa capaz de provocar palpitaciones nostálgicas al tratarse del personaje más emblemático de su filmografía con una trilogía que dejó huella, mientras daría lugar al reencuentro con Ryan Reynolds 20 años después de Blade: Trinity (con todas las bromas que ello conlleva). Además de trazar su regreso al blockbuster de acción demostrando su peso como figura de otra década pero, también, esa promesa de gran estrella que se quedó estancada en otra era.
Un ascenso imparable
Wesley Snipes nació el 31 de julio de 1962 en Orlando, Florida, iniciando un camino hacia el estrellato lento pero seguro tras descubierto por un agente a los 23 años. Hizo su debut un año después junto a Goldie Hawn en Échame la pelota, chica(1986), la misma película que serviría de trampolín a Woody Harrelson, forjando una amistad que los llevó a rodar juntos la comedia Los blancos no saben saltar (1992).
Su rostro comenzó a ser reconocido rapidísimo, pero no por la comedia con Goldie sino porque poco después interpretó al villano que se enfrentaba a Michael Jackson en el videoclip (o más bien cortometraje musical) de Bad que dirigió Martin Scorsese.
Corría el año 1987, en pleno bombazo de los videoclips musicales cuando el Rey del Pop fue de los pilares de aquel fenómeno. Gracias a este vídeo llamó la atención de diferentes estudios y cineastas, como Spike Lee, continuando con todo tipo de géneros, interpretando a héroes románticos (Fiebre salvaje), acompañando a Denzel Washington en drama (Mo’ Better Blues), dando vida a mafiosos (El rey de Nueva York) y narcotraficantes (New Jack City).
En resumen, su ascenso era imparable.
Si bien pocos reconocieron su valía como artista, sobre todo la crítica, Wesley logró arrancar 1998 consagrado como estrella de blockbusteres gracias a Blade. La película fue un éxito comercial, el mayor en la carrera de Wesley Snipes como protagonista, y logró concederle algo que ahora es habitual cuando un proyecto tiene éxito: una trilogía.
Viendo el éxito económico conseguido, varios estudios se interesaron en él y le dieron alas para que siguiera volando como estrella de acción, como fue el caso de Undisputed o Identidad alterada. Pero ninguna logró repetir la hazaña. Es más, a partir de 2004 muchas de sus producciones se estrenaban directamente en video. Sin dudas, resulta llamativo ver cómo Wesley pasó de codearse ante las cámaras con Sylvester Stallone, Denzel Washington o Sean Connery, y de protagonizar sus propias producciones con alto presupuesto, para de repente pasar a un plano secundario y con películas menores.
El adiós a la cima de Hollywood
Y así llegamos al motivo principal de su declive profesional. Wesley tenía un público fiel, aún había productoras que seguían apostando por él, pero las majors le dieron la espalda. Y es que dos años después del estreno de Blade: Trinity fue acusado de defraudar al gobierno con declaraciones de ingresos falsas y de no presentar sus impuestos entre 1999 y 2004. El caso era grave y, como suele suceder en Hollywood cuando hay escándalos de por medio, la industria marcó distancia. Entre 2006 y 2009, los años que estuvo activo el caso, solo hizo tres largometrajes y en 2008 fue declarado culpable por no presentar sus impuestos y sentenciado a cumplir 3 años de prisión.
Wesley desapareció de nuestro radar en diciembre de 2010 cuando entró en un correccional de Pensilvania, siendo liberado en abril de 2013 mientras completaba su condena con arresto domiciliario tres meses más. Pero él quería volver a trabajar. Y seguro lo necesitaba. Ese actor que llegó a cobrar salarios de siete y ocho cifras por sus películas (por Blade cobró $8 millones y por la tercera parte, $13 millones - vía Imdb) llevaba mucho tiempo sin ingresos del mismo calibre y el primero en darle una oportunidad fue su excompañero de reparto, Sylvester Stallone, que lo convocó para su baño de testosterona en Los indestructibles 3, la saga que reúne a viejas glorias del género de acción.
Allí estaban Bruce Willis, Arnold Schwarzenneger, Jet Li, Dolph Lundgren, Harrison Ford y Mel Gibson con cameos especiales. Su participación fue mínima pero recuerdo entrevistarlo cuando visitó España por el estreno de la película, y se mostró encantado con la oportunidad, muy cercano con la prensa (al menos en mi entrevista) y feliz de estar de regreso.
Sin embargo, el éxito de aquella entrega no sirvió como lanzadera para el come back que tanto deseaba sino que desde entonces su presencia en pantalla ha pasado muy desapercibida. Su regreso triunfal se quedó estancado en Los indestructibles 3 y sus siguientes proyectos fueron películas directas al vídeo o cameos que no terminaron de dejar huella, como fue el caso de su paso Yo Mi nombre es Dolemite, la mencionada Un príncipe en Nueva York 2(ambas películas de su amigo Eddie Murphy) o un capítulo de What we do in the shadows.Incluso sacó una novela que coescribió con Ray Norman en 2017 que se titula Talon of God, sobre la batalla entre el bien y mal, pero que no tuvo repercusión.
Curiosamente, y creo que pocos lo saben, Wesley es un apasionado del arte dramático. Un tipo creativo que se ve a sí mismo como artista ante todo y de los pocos actores que alcanzaron el éxito en la industria estadounidense con un título de la escuela de teatro de la Universidad de Nueva York.
"No entré en el negocio para ser una estrella de cine, sino porque era un artista con habilidades y entrenamiento”,declaró en una entrevista de 2015. “Haría cualquier cosa que me pidieran, era mi alegría y sigue siéndolo. Ya sea en este escenario u otro, encontraré la manera de ser feliz y creativo", dijo. Por ese motivo, Una historia real llamó mi atención en 2021 tras aterrizar en el catálogo de Netflix, porque no solo suponía su primer papel de peso en ocho años sino porque le permitía dar rienda suelta a esa vena dramática que tanto anheló demostrar en Hollywood. Pero el intento se quedó a medias.
Es decir, que en lugar de servir como el peldaño que tanto necesitaba para recuperar su lugar en el radar de la industria de la mano de una plataforma con alcance masivo como Netflix, Una historia real se coronó como una oportunidad perdida para Wesley Snipes.
Una oportunidad que, al final, necesitaba. Por un lado porque a pesar de pedir durante varios años una nueva oportunidad con Blade, Marvel lo terminó dejando fuera del reboot fichando a un actor en alza como Mahershala Ali (con un remake que promete colocar al superhéroe vampiro en un lugar más alto al introducirlo al universo de Marvel), y porque a sus 61 años, Wesley Snipes está muy lejos del alcance profesional que tuvieron sus rivales en el género a finales de los '90s y principios de siglo. Su estrella brilló durante muy poquito y ahora apenas parpadea a lo lejos.