Ahora que el 25 de agosto inicia el periodo escolar, me viene la nostalgia por la época sin tecnologías de avanzada que nos tocó vivir

Gonzalo Reyes González

Ahora que el 25 de agosto inicia el periodo escolar, me viene la nostalgia por la época sin tecnologías de avanzada que nos tocó vivir, cuando en las aulas concebimos nuestra formación académica las generaciones que nos forjamos en el campo de batalla, en las aulas, con los libros, en el campo y con la sabiduría y orientación de los maestros en directo, sin apoyos del conjunto de técnicas que ahora permite la formación de profesionistas sin grados de dificultad, ya que todo está al toque de un botón, por lo que me permito rememorar como fue la formación de las últimas generaciones que debíamos estar en el aula de cuerpo presente y a la vez trabajar para poder seguir en el estudio y como esta necesidad de superación nunca me alejo del jaripeo y me dio oportunidad de escribirlos.

Al final de la década de 1980, cursábamos la licenciatura de zootecnia, en el instituto tecnológico agropecuario #7, de Morelia. Que está en territorio de Tarimbaro, y que en este momento se llama Instituto Tecnológico del Valle de Morelia. Así con el grupo que fuimos condiscípulos a lo largo de 8 años, desde que estudiábamos en el CBTA #7, tuvimos la oportunidad de conocer a un genio de la cultura en agronomía en nuestro país, el ingeniero Irieó Contreras Rodríguez, quien nos explicó su labor que tuvo que realizar para lograr consolidar al campo y animales en los perfiles de la educación en nuestro país, en las luchas que libró ante las instancias de gobierno para construir los institutos de La Huerta y El ITA, de Morelia, entre tantos más que por su gestoría federal se fundaron, para así iniciar a contender con los gigantes de la agronomía como La Narro y Chapingo, que eran las universidades que formaban personal para dar valor y carácter a las ciencias agronómicas en el país.

Cuando llegamos a la ITA #7 el año 1986, en Jalisco, se inauguró un tecnológico agropecuario y de allá vinieron a reclutar alumnos y se llevaron a la mitad de la población estudiantil del ITA #7. El ing. Irieó Contreras, nos recomendó esperar; los deslumbraron porque el sistema iba a ser igual que en Chapingo o La Narro, con el régimen de internado, con alimentos, hospedaje y becas económicas, nosotros al quedarnos al año siguiente vimos regresar a muchos de los que se fueron, quizás no les cumplieron, pero continuamos nuestros estudios ahí a donde era una proeza llegar, ya que nos bajábamos del camión a  la altura de una embotelladora y caminábamos 5 kilómetros para llegar a las instalaciones, nadie contábamos con carro propio en aquella época y realmente la escuela si estaba lejos… en tiempos de lluvia era un deleite llegar embarrados de lodo hasta la cintura, pero a esos íbamos, a estar capacitándonos para sacar lo mejor a la naturaleza y muchos lo logramos.

En un aniversario del Ita #7, de tantos que festejábamos al año, tal como decía el ing. Pedro Vásquez, decano profesor, ”a cual aniversario se refieren” y nos daba un listado de fechas, que por esto o lo otro: y obvio, los festejábamos todos; se organizó un torneo de futbol de salón, así se le decía antes al futbol rápido. Fue la UMSNH y el Tecnológico de Morelia, como invitados y lógico yo estaba en la selección de mi ITA #7 y de sorpresa llegó el periodista grafico Jaime Lagunas y tomó fotos del evento. Y al día siguiente salimos a 8 columnas en La Voz de Michoacán, graficas en férreas jugadas, como portero, con la estampa deportiva defendiendo mi arco para coronarnos, pero solo nos dieron una hora de banda y baile porque nunca recibimos trofeo ni reconocimientos, pero si nos lo dio La Voz de Michoacán, que en el encabezado decía “ITA#7, Campeón en su torneo de aniversario”.

En ese tiempo fue lo máximo aparecer en La Voz de Michoacán. Y que una institución periodística de tanta valía y trayectoria nacional y mundial reconozca el trabajo es un privilegio destinado a unos pocos elegidos, tal y decía Álvaro López, “muchos son los llamados, pero pocos los Elegidos”. y así estuvimos haciendo gastar tinta y kilómetros de papel para que luciera nuestra Azaña, incluso en el extranjero ya que en aquel tiempo se comenzó a exportar La Voz, a Estados Unidos. Yo para ese entonces era un férreo apasionado por los jaripeos que se hacían en la Monumental de Morelia. Y como siempre estuve ligado a La Voz de Michoacán, leía los comentarios de “Búfalo Bill”, seudónimo de quien escribía sobre la monta de toros y veía las espectaculares fotos de don Ramón González, de Héctor Hernández, de Samuel Herrera y Jaime Lagunas, quienes en La Voz de Michoacán, dejaron constancia grafica del accionar de los toros y jinetes que marcaron la mejor época del jaripeo.

Mientras el destino venia andando con nuestras circunstancias, la tecnología continuaba avanzando y ya en los 1980 nos sorprendía que un carro hablara y dijera que le falta gasolina y un poco más adelante ya había teléfonos portátiles que funcionaban con una antena espacial en determinadas unidades de lujo; y en cuanto al uso de computadoras aun nada, pero ya había acceso a los primeros programas informáticos, donde se podían guardar infinidad de datos que para ese entonces no comprendíamos y ni entendíamos cómo funcionaban, pero cuando en la ITA #7 entrabamos al taller de computo, era hacer un viaje al futuro, al ver como se podían ordenar textos y guardar y ver fotos aunque fuese en blanco y negro, pero al menos yo nunca hice caso de los avances de lo que sería la tecnología del futuro que ahora a nosotros los de aquella generación nos sigue sorprendiendo.

Seguía confiando en mi capacidad de retención y en las reglas de calculo que comprábamos en las librerías, en la máquina de escribir y en la avanzada calculadora Texas Instrumental, que nos exigían para progresar en los métodos de cálculo para aplicarlos al campo y así pasábamos desde las 7 de la mañana hasta las 3 de la tarde en tan añorada escuela, de lunes a viernes. Antes no existían las clases sabatinas ni cosas de esas virtuales que ahora en línea gradúan astronautas sin siquiera pisar una institución de formación; todo era directo, había que ir al aula, a la biblioteca, a cortar la tierra, había que balancear y preparar el alimento para los puercos, las vacas y los borregos y había que ir a los talleres donde se procesan los productos que obteníamos del entorno que rodea a la ITA #7.

Al salir de clases, por la tarde se tenía que trabajar para poder seguir estudiando, para esa época contaba con un taller donde arreglaba zapatos y donde los fabricaba a la medida, así como artículos de piel y  tuve mi interacción más directa con los jaripeo de la plaza Monumental, al realizar corneras para el testuz de  los toros, correones para las espuelas de los jinetes, cabezadas para los caballos y arreglar sus fustes, en una labor que me pagaban y bien mientras seguía estudiando para costearme así los gastos: y con el paso del tiempo adentré en la taxidermia y curtido de pieles y aprendí esta labor que es tan apasionante y que al hombre da un sabor a supremacía ya que de nuestras manos y conocimientos, muchos seres que fueron queridos por sus dueños quedan para la posteridad.

Continuaban los estudios y al llegar a la década de 1990, los jaripeos de La Monumental, eran un polvorín de emociones, El Padre Sánchez, contemporáneo y con la misma visión y la grandeza del padre Chema de Huandacareo, había consolidado un equipo de empresarios a los que les exigía la máxima calidad en sus presentaciones y esa Plaza Monumental tan taurina y tan española, se convirtió en la más mexicana y ranchera del mundo, ya que domingo a domingo, de octubre hasta junio, no había una semana sin jaripeo y siempre con llenos espectaculares… y seguimos en las aulas.

 Y así fue como vinieron a la gran plaza Monumental de Morelia, aficionados de todos los estados a deleitarse con los más emocionantes jaripeos y a aprender los modelos a seguir y aplicarlos por aquellos rumbos. Afición de Guerrero tenía como destino esta plaza cada 8 días, de Morelos y de México, de Guanajuato y poco a poco empezó a venir afición de Jalisco, de Colima y hasta de Nayarit, con aquellos torazos que promovía Álvaro López; hace 35 años en la época del reinado del Torbellino de La LR, el último toro que logró el milagro de llenar varias veces La Monumental, y dejó una corte de gigantes. El Tranquero del Palmar, fue otro monstruo, pero ese si nada noble, peligrosísimo y hasta mortal, que dos veces después del Torbellino con La Ranita de Morelia, llenaron la gran plaza.

La época del Torbellino, 1986-92 no me tocó cubrirla, aún no trazaba estas notas porque en el 91 termine mi preparación académica y me invitaron a escribir en 1993, el primer domingo de ese año apareció a 8 columnas mi inaugural nota y sentí increíble, como 5 años atrás cuando reseñaron mi campeonato de futbol en el ITA#7 y la más grande emoción; Artemio Nava fue mi editor en jefe y como todo el personal que labora en esta institución una gran persona: Jesús Vejarano, era el jefe de redacción y de quien recibí tanto apoyo y alientos para seguir adelante ya que apenas contaba con 23 años y nula experiencia para algo que ha revestido una gran responsabilidad, pero eso si con la proyección de no defraudar. Ya han pasado 32 años y no he claudicado, claro me he equivocado alguna vez y he aceptado el error y he rectificado caminos, pero creo que la consigna es la misma de siempre, hacer lo mejor y brindarle lo mejor a los lectores que en alguna ocasión se han tomada su valioso tiempo para leer estas líneas que para mí lo representan todo, porque logré este espacio invaluable gracias a los estudios que nos tocó realizar en forma directa y sin adelantos, en el mundo cambiante donde la tecnología nos invade para deleite de las nuevas generaciones, pero que a los de mi época agobia; ahora con tantas cosas que siquiera imaginábamos que podríamos atestiguar.