“Wuster” fue un fotógrafo total: huérfano de etiquetas, militante de los modos más diversos de la imagen, narrador visual que captaba perfectamente tanto el movimiento periodístico como la quietud artística.

Gustavo Ogarrio

Hay un tipo de fotografía “huérfana”, diría Carlos Monsiváis. Y estas imágenes comúnmente se vinculan a la crónica o son crónica ellas mismas. No he podido dejar de evocar esos momentos narrativos de la fotografía de Guillermo Wusterhaus, los cuales iban de su fotoperiodismo en estas páginas de La Voz de Michoacán a su actividad como hacedor de imágenes artísticas: desnudos, cementerios, dramaturgia, plazas públicas, basureros, chelos sitiados , autorretratos irónicos… “Wuster”, como le decía ese otro gran periodista de las artes en Michoacán, Demetrio Olivo “El Lobo”, fue un fotógrafo total; huérfano de etiquetas, militante de los modos más diversos de la imagen, narrador visual que captaba perfectamente tanto el movimiento periodístico como la quietud artística, la sonoridad estridente de las imágenes cotidianas y el silencio narrativo de lo contundente. La fotografía “huérfana” sería aquella que habita varios mundos, la que construye sentido a partir de su ir y venir entre el periodismo y la fotografía artística. Su orfandad es su más secreta virtud: conquista silenciosamente los garabatos realistas del mundo, así como la subjetividad expresiva de los cuerpos. Hace muy poco, Wuster recordaba aquella época en este periódico en la que, siendo yo editor y el fotoperiodista, los martes y los sábados publicábamos reportajes gráficos en las dos paginas centrales. Y evocaba uno en particular: el del relleno sanitario de Morelia, en el que yo escribí el breve texto editorial para acompañar sus fotos. La ciudad de Morelia destruía apresuradamente su identidad colonial de cantera para refugiarse en la sobrevivencia de la separación de basura. Recuerdo también otro foto-reportaje: el del ingenio de Taretan, el monstruo azucarado de las máquinas refinadoras, el dragón industrial que trituraba cañas y jornaleros.

Wusterhaus se ha ido. Le agradezco infinitamente su generosidad y compromiso con esas lecciones visuales de realidades tremendas y del arte mismo que nos ha dejado.